Poemas

Nocturno II

¡Poeta!, ¡di paso

los furtivos besos!…

 

¡La sombra! ¡Los recuerdos! La luna no vertía

allí ni un solo rayo… Temblabas y eras mía

Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,

una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,

el contacto furtivo de tus labios de seda…

La selva negra y mística fue la alcoba sombría…

En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda…

Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,

entre las nieblas pálidas la luna aparecía…

 

¡Poeta, di paso

los íntimos besos!

 

¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!

En señorial alcoba, do la tapicería

amortiguaba el ruido con sus hilos espesos

desnuda tú en mis brazos fueron míos tus besos;

tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,

tus cabellos dorados y tu melancolía

tus frescuras de virgen y tu olor de reseda…

Apenas alumbraba la lámpara sombría

los desteñidos hilos de la tapicería.

 

¡Poeta, di paso

el último beso!

 

¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!

El ataúd heráldico en el salón yacía,

mi oído fatigado por vigilias y excesos,

sintió como a distancia los monótonos rezos!

Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,

la llama de los cirios temblaba y se movía,

perfumaba la atmósfera un olor de reseda,

un crucifijo pálido los brazos extendía

y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!

 

José Asunción Silva-

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