No era la melancolía
la que atiborrada de sueños sufría…
Era la alegría
que habiendo fracasado en ésta vida
se había inmolado
en la mansedumbre de los desafíos inconclusos,
en la distancia que se apega a los besos como escalofríos,
a los otoños de ocres abayados
pero sin la lágrima, por las mañanas, del rocío.
Bárbara Himmel-