Silencio que abraza los muros
de la casa sin vida,
cerrada, fría, muda…
hiedras que ahogan gemidos
diluidos en el tiempo,
mutilados por las húmedas paredes.
Silencio lúgubre que se estremece
al paso de los años
sobre la desnudez de sus aposentos oscuros.
Paredes agrietadas atesorando secretos,
promesas, afectos, risas,
amores y sueños,
dormidos en la vaga penumbra
de una soledad sin tiempo.
Sólo el canto de un grillo solitario
agoniza en el rincón
de algún cuarto vacío.
María Isabel Moreno-