Desde el día que mi alma se asomó a la ventana
la que mira a la aurora en el mundo del verso,
he notado que pasa tarde, noche y mañana
el cortejo incesante del inmenso universo.
Pasaron los días, los meses, los años
con sus cargas de sueños, decepciones y penas;
de esperanzas inciertas y de rudos engaños,
eslabones que forjan las enormes cadenas.
Pasaron las nubes y pasaron los vientos,
pasaron inviernos, primavera y flores
los arroyos, los ríos anchurosos y lentos,
pasaron los viejos y los nuevos amores.
Mientras tanto que el alma, por la misma ventana
con los ojos abiertos contemplaba horizontes;
vi llegar las arrugas y llegaron las canas,
al cruzar muchas lunas por detrás de los montes.
Supe así que a la noche le sucede la aurora
que aunque sea muy negra, siempre brillan estrellas
que también hay sonrisas para todo el que llora
y si mueren las flores, brotan otras más bellas.
Es así como pasan por mi ventana abierta
el tropel sucesivo del dolor y la gloria;
sucediéndose siempre tarde, noche y mañana;
y como en todas las cosas, se repite la historia.
Claudia Arenas Leyva-