Quisiera hablar del sueño que nunca se termina…
azul de algo dibujado siempre en tu frente,
como una ciega luz, siempre dulce y femenina
que todo por amor da, a ti, enamoradamente.
Quisiera irme al sabor ya de tu silencio amigo,
a la sed de tu sur esperando con el viento
junto a la alegre calma que juega por el trigo
enduendeciendo así la verdad del sentimiento.
A frenesí quisiera sonreír con tu sonrisa,
ser pura libertad con valor de tu mirada…,
tocar tus ojos suaves, hacia dentro, sin prisa,
como acaricia acaso ilusión imaginada.
Y levantar la vida con la sutil manera…,
a ternura de flor, a milagro de mañana,
a perfección de lluvia, verticalmente fiera,
por la pasión del beso que contra lindes gana.
Para que cada cosa vea el amor profundo,
para que cada brillo perfume nueva estrella
a un corazón, esté donde esté –quizás– el mundo,
para que cada abierta caricia sea más bella.
Quisiera desearte en el recuerdo infinito…
y que una ingrave desnudez pronto te irradie al
presentimiento enajenado de mi audaz grito
del sólo este amarte que te hace inmortal.
Para que el mar se vuelva hacia sus ritmos de rosa,
y que esa niñez de la luna se te duerma
entre la música de la nostalgia, ardorosa,
y la archiarquitectura del olvido…, no yerma.
Para que la palabra –aún– sepa amor sediento,
y que ya jamás nada no se encuentre con su
seguro corazón, encanto de acercamiento,
corazonado e incorruptible imagen o tú.
Oswaldo Roses-
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