El brazo del río

El brazo partido del río se estira para alcanzarme
yo sólo encuentro reparo en los ojos dormidos del sol al atardecer
y ventilo el alma abriendo las ventanas del cuarto para que entre la luna
sí, a esa altura, cuando la noche sube las escaleras del cielo
y se tira por un tobogán
serena y calurosa, bien peinada, platinada y con estrellas
por tantos años goteando sudor en la ciudad
cruzando como un gato, de punta a punta
de esquina a esquina por las veredas
ya tengo la colección más ostentosa de lágrimas y dolores
de colores que se amontonan como barriletes con las brisas
y aprendí a comer de la mano generosa del mendigo
de su pan duro y a la mesa
compartiendo migas con las palomas
y algún vino para no sentir frío al dormir
todo lo que está verde tiene que madurar
y hay muchos frutos para saborear en este bosque petrificado
pero con calma por las mordidas de manzanas de hace un millón de años
los dientes de Adán mantienen su filo por los siglos de los siglos
y vuelven a morder la piedra maldita
es así, desde la bendición de los trogloditas
la marea sube y cubre la ribera y las venas abiertas, las raíces de los árboles
las canciones vienen cargadas con tinta de soledad
y los pájaros ya dejaron de cantar.

Martín Ojeda-