La otra de mi
Que regrese por mí. Que no se marche.
Esa que prologa con su canto este sino de noche intransitable,
la que arropa esta muerte blanca cuando el alma encalla en el silencio
y no hay resurrección para la otra de mí.
La insepulta en cieno generoso.
La mandrágora.
Que comprenda que soy la hechizada por este lobo en celo
que agudiza su estirpe en mi sangre.
Que nacimos del dolor
y es la sustancia que hace de mí su hembra generosa
su estuario virgen
toda la piedad inalcanzable.
Y aunque duele, mutila, se esparce,
ella es quien macera su vigilia de amatista en mis ocasos.
Y aunque me abarca, me corroe, me desangra
hay días en los que logro amanecerme pájaro.
Hay un ángel oscuro debajo de su lengua
un veneno dulce que lame mis palabras.
Yo aprendo mientras tanto a soldar la sangre
a fundirme en su cáliz milagroso
que despedaza el corazón en cifra inconmensurable.
Hiere. Exilia. Desgarra.
Pero no mata.
Carina Paz-
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