Crónica Literaria
 

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Diario Crónica

15 de diciembre de 2010

Sinfonía Triste

¿Quieres robar el misterio
a la tierna luna blanca?
¿ Quieres poner alhelíes
en jarrones de oro y plata?
¿Quieres buscar en el bosque
manantiales de agua clara?
¡Hazlo niña de la tarde
mientras mi esperanza canta!

Este día... ¡Yo no sé!
siento que delira mi alma.

Van tres pobres caminando
rumbo a la verde montaña,
en sus vestidos morados
la lluvia fresca resbala.
Sin prisa, por los niveles
del corazón, alguien baja
resonando los tacones
y entonando una plegaria.
El gemir de los violines
se diluye entre las almas,
un piano desesperado
armoniza con las arpas.
Toda la música implora,
toda la música estalla,
¡caen cirios encendidos
y la casa prende en llamas!

Yo tuve un amor ¡tan grande,
que en el absurdo rayaba!
hoy, al saberlo distante,
siento que el aire me falta.
Quisiera extender mi mano
de pirámides y espadas
por la fría oscuridad
de las noches estrelladas,
y sujetar de las trenzas
las inmensas nubes blancas
para soltarlas de nuevo
antes de rayar el alba.

En el techo de mi cuarto
se extienden guías de parra
chispeando intensamente
formando otra vía láctea.
Cupido cae en el pasto
y las flechas de su aljaba
esencia de amor dispersan
sobre la hierba mojada.
Más que yo, nadie conoce
la indiferencia de tu alma,
la emoción no me estremece
cuando a la puerta alguien llama.

¿De qué nos sirve hacer nidos
en penachos de altas palmas?
si no engendramos polluelos
que saben batir sus alas.
¡Cuánto necio hay en el mundo!
Un jinete, esta mañana,
por ir corriendo a su amor
se despeñó en la barranca.
Dicen que no era suicida
porque en su pecho llevaba
con el afán de su afecto,
persistencia y esperanza.

Estoy muriendo... ¡lo siento!
está delirando mi alma,
y no puedo contener
imágenes ni palabras.

¡La música va llorando!
Locuras inanimadas
atrapan las ocho piernas
de sorprendidas arañas.
En el pueblo de regresos
donde tenía mi casa
hoy cantan las golondrinas
canciones testamentarias.
Al hablar con los espejos,
el dolor de mis palabras
rebota y se desintegra
sobre las paredes blancas.
Y todo empieza a subir
por la gran noche estrellada
entre doblar de tambores
y repicar de campanas.

Este día... ¡Yo no sé!
está delirando mi alma.

Humberto Garza-

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