Sobre el enigma de las hojas caídas
Lejos del cristal de un amanecer cortado,
hablo con el diminuto cielo del tiempo,
mía no es la ciudad que tomó la voz
sólo la levedad de los secretos.
A despedir van los cuerpos su fracción
antes que la luz vislumbre la noche
que vendrá con la desmemoria de la mirada,
que eyacula sobre el espacio sospechablemente inacabable.
Hace mucho que no puedo presenciar,
de aquellos árboles mirando la prodigiosa frescura de los espejos.
El pez lleva consigo una desnuda parábola
hasta deshacer
la incandescente palabra del tiempo,
se atraen entre sí
el pez y el enigma de las hojas caídas.
Ezequiel- |