El cazador
El cazador se agazapa
tras su presa,
imita su sigilo,
aguza la mirada y la destreza.
Tensa su músculo interior
bajo los árboles que anochecen.
Y herida para siempre
la paloma
presta su pecho al caudal
insaciable
de la vida y de la muerte.
El cazador no sabe
que su gesto repite hasta el absurdo
un juego que nos veda el paraíso.
Es triste oficio éste:
aprender puntería por los bosques
y ya no acertar nunca.
Osvaldo Pol-
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