Con un relato espectral y fragmentado, Selva Almada -la autora de «El viento que arrasa»- continúa forjando una narrativa realista de pueblo chico en Ladrilleros.
Echado boca arriba, uno, echado boca abajo, otro, los dos protagonistas de Ladrilleros, Pajarito Tamai y Marciano Miranda, se están muriendo desde el comienzo de la novela, luego de una pelea de cuchillos, y en ese transe alucinatorio, sumidos en el asfixiante clima del litoral, como ocurriera con algunos personajes de Horacio Quiroga, la conciencia divaga.
Son sus vidas e historias familiares las que se representan en ese teatro espectral y fragmentado; un jardín de senderos que, en vez de bifurcarse, confluyen, o ese mismo jardín recorrido en sentido inverso, como si el final hubiese estado, de alguna manera, predestinado en la sucesión de pequeños accidentes y situaciones que, a la manera de ladrillos, han sabido dar sustancia a las paredes y cuartos de sus muertes de barro.
Almada rechaza de plano la lengua impecable y literaria de una mirada olímpica que la distanciaría de sus personajes, pero al mismo tiempo reconoce la imposibilidad de una completa asimilación. (Editorial Mardulce)
Previo Lectura del árbol…