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Coche 86 (cap.13)

El tic tac del reloj le despertó súbitamente; sobre la cama un bolso a medio armar, una pila de ropa; afuera la quietud era apenas interrumpida por el trinar de los pájaros, olía a lluvia.
Después de respirar hondo, supo a paz, no ausencia de dolor, no felicidad, pero si paz, la necesaria para continuar.
En lo que se disponía a terminar el bolso, sonó el teléfono de la habitación, lo buscaban en recepción.
Empalideció, se le aceleró el corazón y en menos de un minuto, bajó cuatro pisos; llegó buscando, con sus ojos desorbitados, la buscaba a «ella».
El botones advirtió la situación y le indicó que lo esperaban afuera. 30 metros que parecían no terminar más.
Detrás de los grandes ventanales del hotel se fue dibujando su figura; se notaba que no había dormido.
Traspasó la puerta y ella con un leve giro de cabeza se encontró en los ojos de él. Todo el caudal de su mirada reflejada en aquellos ojos verdes.
No hicieron falta las palabras, no en ese momento.

Bárbara Himmel-

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