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No hay tal lugar

No hay tal lugar

«No puedo evitar en todo momento mirar hacia arriba. Como si mi alma hubiese mordido el anzuelo invisible de un invisible pescador que la tironea desde las alturas».
Bajo este signo omnipotente, Lucas Caraveo descubre que no ha viajado a San Sóstenes, un caserío perdido en la Sierra Tarahumara, para investigar y rendir un reporte sobre su colega, el padre Ketelsen, sino para confrontar dudas y certezas sobre su vida, su memoria, su muerte, su fe.
De la misma manera en que los personajes de están o vela encuentran la ruta hacia su destino final, la voz serena de la entrañable Susila nos dirá sobre la muerte: «Yo te acompaño. No tenemos que hacer nada, pensar nada. Me abandono contigo, permito que también me arrastre. Pedimos a ese ir resistible río dormido de la vida que nos lleve a donde va. Y sabemos que adonde él va es donde queremos ir, a donde debemos ir. Por el río dormido hacia la reconciliación total». (Editorial Alfaguara)

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