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Tan cerca y tan lejos

tan cerca, tan lejosAlberto Castellanos, sociólogo, regresa al pueblo donde pasó su infancia y adolescencia después de 34 años, para realizar un trabajo de investigación. Pero el sentido del viaje cambiará imprevistamente cuando descubra que un adolescente asesinado en el parque del lugar, una madrugada de 1967, era su hermano, hijo no reconocido de su padre, un coronel del ejército. Todo indica que los autores de este crimen que quedó impune fueron hombres a cargo del mismísimo coronel Castellanos.
Con pulso firme y prosa experta, Alejandro Casas se interna en un laberinto donde la impunidad, el silencio, la complicidad, el miedo y las voces acalladas se entrecruzan y confunden para dar paso a los fantasmas del pasado. La historia, que transcurre en 2001, tiene como telón de fondo los acontecimientos de la crisis política y social que azotaba al país y repercutían con fuerza en el pueblo.
Sin embargo, “Tan cerca y tan lejos” no es una novela política ni histórica. Los temas de la dictadura militar y la crisis de 2001 están presentes solo para dar marco a la historia; como una música de fondo que, aunque por momentos supere las voces de los protagonistas, solo tiene por efecto apuntalarlos, a ellos y sus dilemas existenciales.
La violencia y la crueldad desatadas en el país a partir de 1974, no eran excepcionales, ni un accidente en el proceso histórico de nuestro país, sino que tienen un origen mucho más remoto. “La crueldad forma parte en todos los casos, aunque no de la misma manera y en la misma magnitud, de la condición humana; y sus dispositivos se pueden activar en cualquier momento. Esa crueldad está también presente en los pueblos más pequeños… los mecanismos psicológicos que funcionan en el interior de los grandes acontecimientos históricos, aparentemente increíbles e inhumanos, son los mismos que rigen las situaciones ínfimas de la vida cotidiana”, refiere el autor.
A partir de estas premisas, crece una obra basada en elementos y situaciones atemporales, como los excesos de poder y la impunidad de quienes los detentan; y, como contrapartida, el silencio cómplice de un pueblo.

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