Recuerdo aquellas manos enormes
curtidas por las heladas de julio,
los brazos hercúleos tostados
por largos veranos en el surco.
Veo todavía su espalda
encorvada sobre el Fordson
arando la Tierra Prometida.
su tiempo y su lugar,
aprovechar los días bajo el sol
que Dios le ha concedido.
Un hombre -como tantos-
tiene que hacerse reja
y volverse semilla
para los hijos por venir.
Poemas del libro del autor: Postales y Fotografías
Daniel Abelenda Bonnet-