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Una historia sencilla

sencillaLaborde es una ciudad perdida en el mapa y bastante corriente, a quinientos kilómetros de Buenos Aires. Nada extraordinario parece ocurrir en sus calles, tan pulcras y metódicas que podrían haber sido diseñadas por “un niño ordenado o psicótico”. Pero al mismo tiempo que una suma de lugares comunes (“con su iglesia, su plaza principal, su municipio, sus casas con jardín al frente”), Laborde es el centro del mundo para algunas personas, con un interés muy específico. Allí se celebra todos los años el Festival Nacional de Malambo, la más prestigiosa y secreta competición folklórica de la Argentina.
Poco se sabe sobre los orígenes de esta danza de gauchos, tan tradicional como exigente, que somete a sus cultores a un esfuerzo similar al de una carrera de cien metros planos, pero que en lugar de diez segundos suele bordear los cinco minutos de duración.
“Una historia sencilla”, el último libro de la periodista Leila Guerreiro, es una inmersión en este pequeñísimo mundo. Cuenta un año en la vida de Rodolfo González Alcántara, desde su elección como subcampeón de Laborde en 2011 hasta su vuelta al año siguiente para competir, con el rótulo de favorito. De conseguir el título (luego de una vida de privaciones y disciplina) alcanzará la gloria y cierta tranquilidad económica, pero también deberá cumplir una tradición no escrita, y nunca más podrá volver a bailar malambo.
Como suele ocurrir con sus textos más breves (recopilados en Frutos extraños o Plano americano), “Una historia sencilla” atrapa desde un inicio, y no afloja hasta el punto final. Con una prosa elegante y precisa, Guerreiro es capaz de despertar una enorme curiosidad a partir de una anécdota bastante distante e intrascendente, salvo para la cofradía de 10 mil personas que todos los años atienden al festival de Laborde. (Editorial Anagrama)

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