Infladas por el viento
las camisas del hombre
aletean
su colorida vacuidad.
No son esposas a la espera
de la ensombrecida bestia de oficina
esposas humeantes de hijos
esposas sociales de brocato en Navidad.
Las camisas del hombre secándose en la soga
saborean ya a cada lengüetazo de sol
el olor del hombre la piel del hombre.
Sin preguntas
como alegres cortesanas.
(de “La balsa de la medusa”)
Alicia Grinbank-
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