Poemas

La calle de la melancolía

Todas las tardes, Celina y yo -Eduardo- recorríamos aquella callecita suburbana. Como tantas otras, seguramente tenía un nombre oficial que nadie repetía. Tal vez el de un borroso guerrero de la Independencia, hoy sólo recordado por sus descendientes. O el de un político, ahora maldecido por muchos. Para nosotros era la Calle de la Melancolía.
Nos impresionaban las casas cerradas, la ausencia de flores y esa neblina que parecía envolvernos apenas entrábamos en ella. La calle ejercía sobre nosotros una invencible atracción, con una fuerza indefinible. Una tarde, juntando coraje, nos animamos a preguntarle a alguien que pasaba si allí habían vivido Eduardo y Celina.
La respuesta no se hizo esperar: “Aquí murieron”, contestó.

David Lagmanovich-

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