Aquel hombre que mi verso toca
ungiéndolo no
apenas nombrándolo
crujía como un viejo puente
se astillaba en las fibras de sus huesos
y nacía
permanente y blanco
en el disparo de luz del orden nuevo.
Raúl Feroglio-28
Aquel hombre que mi verso toca
ungiéndolo no
apenas nombrándolo
crujía como un viejo puente
se astillaba en las fibras de sus huesos
y nacía
permanente y blanco
en el disparo de luz del orden nuevo.
Raúl Feroglio-28
Pingback: 29 de julio de 2015 : : Cronica Literaria