Velo negro,
traslúcido, tapa tu delicado rostro
telas al viento
mecidas por miles de manos invisibles.
Tus blancos pies dormidos
danzan sobre la ardiente arena
buscando tu oasis de paz.
Un reflejo en el horizonte
hace palpitar tu frágil corazón
es tu deseo convertido en realidad,
es tu deseo oculto,
en tu oscura mirada.
Aleteando en el cielo azul de mi mirar.
Tú, noche; yo, día,
nuestras almas se mezclan, dos en una
en la fina línea del horizonte
eternas e inseparables.
María Asunción Campos-
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