Mirá bien alto, que viene la sorpresa.
Levanto los ojos y miro, y busco.
Y busco, y miro. No encuentro nada.
Tranquilo Cesarín, que ya llega.
Y vuelvo a mirar, con ansiedad de niño
que desea un regalo del cielo.
Ya viene, ya viene, dice mi abuelo.
Y salto otra vez, abro los brazos,
como un crucifijo enrevesado.
De pronto, golpe a golpe,
la pelota de caucho rebota por el tejado,
bailotea entre canaletas
y cae, como un relámpago,
entre mis manos.
Al abuelo Miguel, i.m.
César Biss