Diferencia eterna y rutinaria.
Repetido oleaje semanal.
En su interior recóndito
vidrieras dormidas, inertes,
maniquíes hieráticos, pasillos vacíos.
Silencio.
En la esquina un semáforo
fuma un viento de muerte.
Rejas cerradas, carteles cansados,
fax, teléfono, ascensor,
escuela sin niños.
Silencio.
Diferencia específica y rutinaria.
Lejos, un cuarteto bailantero
obliga a los pasos arrastrados
de un obrero incrédulo
y de novios pobres que saltan al vacío.
Silencio.
Hoteles solidarios alojan al amor
y algún cafetín abriga una bohemia pobre.
Repetido oleaje semanal.
Quietud cercana a la muerte.
Es sábado. De noche.
Cecilia Bigetti-