Poemas

La refugiada

me mira con ojos ausentes

y me muestra

su muñeca descabezada.

 

Su madre la arrastró de la mano

y huyeron en loca carrera.

 

Huyeron de los edificios derrotados

de los silbidos de la muerte

de las sirenas que iban y venían.

 

En el cartel

que sostiene con sus manos

leo su desamparo

acompasado con el sonido lúgubre

que sale de las cuerdas

de un violín desafinado.

 

Del libro Palabra concisa

Miguel Ángel Oviedo Álvarez-

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