Prefiero ser un humilde gorrión
que nada tiene que envidiar a nadie,
y vivir libremente a la intemperie
en armonía con la naturaleza,
con mi canto sencillo y verdadero,
sin necesidad de usar otro idioma
que el que ha sido otorgado a mi especie
ni tener que mentir como el humano
a todas horas y en todas partes,
prefiero, digo, la rama inclinada
sobre el charco formado por la lluvia,
el banco azul sobre el que el sol descansa,
atravesar el aire transparente
en busca de la luz, gozar del vuelo
como solo los pájaros gozamos,
y poder alejarme de la tierra
que los hombres se disputan en vano,
prefiero, insisto, la desierta acera
a la hora del alba o del crepúsculo,
el jardín donde una mano anónima
desmiga un mendrugo de pan duro
que yo les arrebato a las palomas
en nombre de la lucha por la vida,
prefiero la modestia de los campos
y los rincones que visita el olvido
que frecuentar los lujosos teatros
llenos de petimetres, calaveras
y parásitos de la dolce vita
que obscenamente lucen el palmito,
y usan el arte como una disculpa
para rendir culto a la apariencia
y a una cultura que pueden comprar
con el dinero que han usurpado,
en nombre de la civilización
y de una sutileza vergonzante,
a los desheredados de este mundo…
Antonio Casares-
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