Poemas

Apóstrofe

No soy más que una llama, un grito, y fuego y sed.

Por las angostas hondonadas de mi corazón se lanza el tiempo

como agua oscura, raudo, violento, inadvertido,

y arde en mi cuerpo un signo: la caducidad.

Pero tú eres el redondo espejo por el que resbalan

los crecidos arroyos de la vida

tras cuyo fondo áureo y abundante

las cosas que murieron radiantes resucitan.

En mí arde y se extingue lo mejor. Una estrella alocada

que cae en un abismo de azules noches de verano,

pero la imagen de tus días está en alto y distante,

señal eterna, situada como protección alrededor de tu destino.

 

Ernst Stadler

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