En aquella esquina de la Rue Duphot,
un soldado cae de una bolsa de papel
y acribilla a una bailarina.
El muchacho que cruza la calle, al verlos,
improvisa una mesa trabando unos cartones.
Saca de su bolsillo un lienzo blanco
y desparramando algo
lo vende a voces.
Una señora vestida de azul y con pamela,
borracha con vin rouge a media tarde
se bambolea en un compás de zigzagueos.
El ruido de la metralla y la música
apenas dejan escuchar el te amo
de pringoso carmín,
que dibuja con delirio la señora
en el cristal de la caseta de teléfono.
Esta floreció coherente en Abril .
Dentro de ella,
descifro la incongruente Babel,
entro por el auricular
y me fugo por el hilo.
Susana Giraudo-