Discúlpame, discúlpame por no poder dejar de mirarte,
de no dejar de soñarte.
Discúlpame por querer a cada instante besarte.
Perdóname por querer robarme tu boca,
por no controlar este sentimiento inepto de amar
todo lo que tocas.
Te robaría de tu vida tan solo un día y por un río,
te besaría hasta convencerte
de que lo que siento no es tan sólo en mi interior,
también cada día que me miras es un martirio.
Tan sólo permíteme pensarte sin enfadarte.
Sé que no te podré tener,
aunque rapte los miedos y los deje distantes.
No te debí conocer. No.
Sin duda me costará todo una vida poder olvidarte.
Y una eternidad de la sombra de tus labios rojos despegarme.
Amo la madre, la hija y lo sensual que eres.
Amo lo que sientes y tú ya sabes… lo presientes;
Amo tu cuerpo blanco, el rastro de tus nervios en tu pelo,
la pena en tus ojos grandes, tu hermoso cuello.
Pero odio odiarte por no amarme,
y admiro tu valentía de amar a un hombre no amable.
Tú vives conmigo pero en otro tiempo.
Muchas cosas ya has pasado que yo ni pienso.
Sin embargo yo entiendo mi obligación de olvidarte, de dejar de pensarte.
Y aunque pretendo pretender no desearte…
Aunque cueste trabajo y no quiera no quererte,
así será… lograré que lo que siento se vuelva inerte.
Tus pequeñas manos al soñarte, no vencerán mi almohada.
Y al ver tu carita, te prometo ya no sentiré nada.
Ignacio Molina-