La noche camina lentamente
y yo en mi melosa cama, arrullada,
entre sabanas y almohadas
me dispongo a dormir.
Escucho el ruido del silencio,
me acurruco más y más,
me hago un ovillo pequeñito
con la ilusión que tú, mi querido Morfeo
muy pronto llegarás.
Un reloj, en la lejanía, da las dos. las tres,
las cuatro y la cinco.
Por mi alcoba el silencio, sin pudor,
se pasea desnudo susurrando
palabras eróticas de dicha y amor.
Abro los ojos, miro al silencio
y veo mi soledad.
No quiero ver nada, ni quiero pensar,
solo en mi sueño dormir para soñar.
Cruzo los brazos en forma de cruz,
y rezo, y cuento ovejitas.
Un mosquito se acerca a mi oído,
quizás quiera acompañarme
en esta noche de infierno.
Y suenan las seis, las siete,
las ocho y también mi despertador.
Ironía de una noche de insomnio.
Rosa Ordóñez- Estepona
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