Cuando sientas que ella
habla mucho
con tu paciente juventud
escúchala.
Cuando veas que en su inmensa
soledad ella necesita
unos segundos de tu tiempo
para hacerle compañía,
no dudes en dárselos
porque así, la estarás ayudando
para seguir viviendo.
Y cuando sus pasos
sean más lentos
y en su rostro ya no esté
la sonrisa y alegría
extinguida por el cansancio
y el paso de los años.
Ofrécele tu mano con ternura
entregando todo el amor
y sabiduría que hay en tu corazón.
Antonella del Valle-