A mi abuela Rosa
Ya no estás en el barro
en la lluvia
ni en las tardes de sol.
Dejaste tu viejo sillón
entre las glicinas del jardín.
Ya no tengo por las noches
la dicha de oír antiguas leyendas
ni podré a tu lado visitar naufragios.
Ya no estás entre los lienzos
de rostros cenicientos / inmóviles,
dejaste tu tejido inconcluso
y tu melancolía aún
se percibe sobre los manteles.
Como en cada encuentro
prepararé el té.
Tal vez reposes tus cansadas manos
sobre mi solitaria espera.
Gustavo Tisocco-