Con las alforjas cargadas
de romances y sonetos,
partió un buen día el poeta
con su lirismo hacia el cielo.
Desde lo alto divisa
el horror y la miseria
y en cada verso lamenta
que el bienestar no se extienda
y que el invierno en las almas,
no se torne primavera.
Sus versos en elegía
su inspiración manifiestan,
y los santos compungidos
escuchando al poeta,
uno por uno declina
en silencio su cabeza.
Y mientras tanto el poeta
mirando fijo a la tierra,
es la oración: ¡Padre Nuestro!
la que entre sus versos, reza.
Francisco Barbachano-