Con esa piel cetrina que exhala su fragancia
y ese andar de cintura y caderas convocando,
así, muchacha pueblo, corteza de la tierra,
frescura y sencillez, es el candor del barrio.
Con el cabello suelto, con el pudor intacto,
preciosa cenicienta que observa sin mirar;
los libros o el trabajo, los pies o el colectivo,
y sábado a la noche licencia de soñar.
Distancia sin delirio, sabor hecho sonrisa,
fantástico motivo para capitular;
sin humos palaciegos y sin complicaciones,
un poema, una rosa, un beso y a bailar.
Señorita de barrio cercana a lo más simple,
amor almacenado queriendo derramar;
que no hay mujer más dulce ni más enamorable
que la que pisa barro para buscar el pan.
Víctor Eligio Giménez-