Poemas

Presencia

Llovía torrencialmente a la mañana, a la tarde, a la noche. La tierra, harta ya de agua, se resistía a seguir bebiendo y las flores recibían el impacto; las margaritas, agobiadas, miraban al suelo; las hortensias no terminaban de colorear y las hojas de los sauces, maduradas y finas, bordaban en tropel una alfombra de hastío sobre el césped anegado, sobre el caminito de piedra zigzagueante.
Esa noche, en el sueño, te aproximaste con tibieza y me abrazaste. La palma de tu mano en la mía se deslizó en antiguo gesto de ternura, y yo miré al cielo y dije:
– Ha dejado de llover. Han aparecido las estrellas.
– Entonces, ¿por qué lloras? – me dijiste.
No contesté, porque, aun en el sueño, yo sabía que ya no estabas, que te habías ido. Lloraba tu presencia en el tangible abrazo, en el susurro de tu voz… Lloraba la certeza de la ausencia.
Al otro día, el sol alumbró.
Susana Quiroga-

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *