Mi vida no tendría sentido,
si en el lugar donde vivo
no me siento querido,
por mi familia y amigos.
Y recordando también
a todos los que se han ido;
sobre todo a mis abuelos,
unos seres tan queridos.
Aquellos cabellos blancos
que los años habían teñido.
Aquellas arrugas profundas
por el tiempo transcurrido.
Aquellos corazones tan grandes
que me llenaban de cariño.
Aquellos buenos consejos,
que me daban cuando niño.
Han pasado muchos años
pero siempre recordaré
la presencia de mis abuelos,
que me hicieron tanto bien.
Por los buenos ejemplos
por sus vidas compartidas,
por todo el amor recibido
nunca los olvidaré.
Laura Ortega-