Llegaste del extremo de aquel mar
que olía a muchedumbre.
De pronto, tu mirada se hizo mía
y supe responderte
con el rubor escrito en todo el rostro
y el corazón alado
tratando de fundirse con el tuyo
en medio del fragor.
Y nada fue imposible entre nosotras.
Cedieron las barreras
que impone la razón más infeliz,
esclava de la envidia.
Rompimos los tabúes para amarnos
sin pausa y sin medida,
y supe los secretos de tu cuerpo
donándote los míos
en todos los oasis del camino.
Sendero que emprendimos
camino a un arco iris liberado.
Aliado milagroso
del resto material de nuestras vidas,
unidas para siempre.
Juan Carlos Monteverde García- Bajamar- de Revista Poética Azahar