Y el temor fue tan fuerte y el golpe tan grande.
Y la muerte tan amplia y el corazón uno propio.
Y el dolor tan incomprensible y la soledad tan absurda.
Y tu adiós tan irreductible el jamás tan cerca
Y tus pestañas tan claras y tus ojos tan oscuros.
Y tu mirada tan rara y tu voz tan callada.
Y tus manos tan secas y tu pensamiento tan libre.
Tu amor tan único y el mío tan solo.
Y el mañana tan ausente y la despedida tan larga.
Y la tarde tan mansa y el pinar tan eterno.
Y tus ojos ya ciegos y la tierra tan blanda.
Y tu andar sin aliento y un adiós que no alcanza.
Y tu sepulcro tan vasto y esa colina tu descanso.
Y ese atardecer que se duerme y este sin vos que no pasa.
Silvia Geromín
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