Preparo mi equipaje, despacioso,
con la calma habitual de cada anciano,
rescato de mi página de humano
con cierto fatalismo licencioso.
El muro, mi clavel, el paso ansioso,
mi parra, la placita, andén, verano,
mi amistad, mi ternura, limpia mano,
la caricia primera, el armonioso,
el garbo de su paso primoroso,
mi casita, la esquina, el empeñoso
festín de mi rayuela displicente:
efigie de mis viejos, mi alborada,
mi luto, mi dolor. No dejo nada.
Sólo un beso final sobre tu frente.
Rodolfo Leiro-