Partió en un crepúsculo indeciso
enamorado del mar y de la melena de las olas.
Cántaro y urna en la cíclica y memoriosa noche.
Sobre el blanco, de de las horas pasadas…
dolor y gozo en los libros aún abiertos;
la mano ausente, el vaivén del viento deshoja.
La vida se escapa, no hay bridas
no hay tientos que anuden…
Un fuego tutelar vigila,
derrotero marcado desparrama
en las sombras sus hilachas.
Sólo Dios oirá en el silencio
la voz que calla
-espacio de la esperanza-
Para Luis de “Cristales de Ausencia”
B.M.G.