Poemas

Nostálgico boliche milonguero –

(Primer Premio – Concurso “Al ritmo del 2×4”)

¡Qué viejo estoy!!! Y últimamente, como todo viejo que piensa que le queda poca cuerda, me ha dado por remontarme hacia atrás en el tiempo. Como para ganarle de mano a la picota que, me parece, anda rondando por acá. Siento unos golpes que retumban cerca y hacer temblar mi corazón.

Mis paredes están descascaradas y la pintura… ¡si te he visto no me acuerdo! El gallego nunca se preocupó por, como quien dice, “lavarme la cara”… remozarme un poco… Lo único que quería era amarrocar la guita que le permitiera volver a España y darse corte con que se había “hecho la América”. Lo demás no importaba…

De mi fachada, sólo queda una facha deplorable. El cartel que puso cuando inauguramos decía con grandes letras pitucas CAFÉ Y DESPACHO DE BEBIDAS … Hoy dice …FE Y DES…..BIDAS. ¿Qué ironía, no? FE…? ¿en qué? ¿y DES BEBIDAS…? Podríamos traducirlo como … ¿FALTA DE VIDAS…?

Las letras que faltan se las llevó el tiempo y se fundieron en el agua de tantas lluvias! Ya ni me acuerdo cuándo se cerró para siempre esa puerta… esa puerta por la que entró tanta gente importante… y de la otra!!

Si yo les contara…!

Lo único que me molesta ahora, es este desagradable tufillo ácido que quedó flotando en el aire a pesar del tiempo, con reminiscencias de mortadela, queso y salame… Es un olor que parece haberse incrustado en el ambiente… Y… también,,,! Fueron años de hacer ‘sangüches’ para calmar el hambre de los parroquianos y para acompañar los vinos del ocio y de la espera.

Y ni les cuento de las milongas que se armaban acá! Estábamos de moda y se llenaba de bailarines milongueros. En cuanto sonaba la vitrola, salían a sacarle viruta al piso con unos tangazos de aquellos, que les permitían lucirse a las parejas con sus cortes y quebradas. Paraban de bailar sólo cuando cantaba “el Mudo” y se emocionaban escuchando al Zorzal Criollo. Aaaah…! Gardelito…!!

Qué falta nos has hecho!!! ¿Por qué te fuiste tan pronto?

Para la ocasión, todos se empilchaban de primera. Los tipos venían de punta en blanco, a ver si ligaban.

Traje negro ajustado, lengue y funyi. Los tarros bien lustrados y dispuestos a pasarla bien. Las minas se tiraban el ropero encima: grandes escotes, pañuelo gatito al cuello y las faldas bien pegadas, dibujando las formas del cuerpo. Medias negras y unos tacones que no sé como no se caían de ahí arriba al bailar… Y por supuesto…! Pintadas como una puerta y perfumadas con Agua Florida.

Algunas enganchaban… otras nada, pero insistían y volvían… Quién le dice que por ahí algún solitario picara el anzuelo y le diera forma humana a su berretín…

De vez en cuando, venía gente importante. Recuerdo que una noche apareció un desconocido con un grupo de amigos y se pusieron a charlar de tango. Me interesó y paré la oreja cuando oí que nombraban a Piazzola. El tipo era un tal José Bragato y contó cosas muy interesantes sobre su amistad con él. A tal punto que terminó siendo el arreglador y el copista “oficial” de todas las partituras del gran Astor y finalmente, el depositario de una gran parte de la obra que había pasado por sus manos de copista y otras partituras que pudo rescatar. Todo ese material tan importante lo donó a la Biblioteca de Música “Astor Piazzola” que se encuentra en la Fundación “Papelnonos”, en Mar del Plata. Allí hay obras orquestadas para cuartetos, quintetos, octetos, nonetos y hasta para orquesta sinfónica, todas escritas y arregladas por este señor Bragato que, además, fue el que introdujo en la orquesta de tango, el violoncello, que él mismo tocaba.

Toda su vida lo acompañó este instrumento que era un Nicolás Galeano, fabricado en Nápoles en 1723.

Yo de esto no entiendo nada pero debe de ser una joyita por la forma en que se refería a él.

Todo esto que cuento me ha venido a la memoria como por arte de magia. Se nota que estoy viejo porque estos recuerdos se me cayeron encima de golpe, como la parva sobre el pajarito y me desviaron de lo que realmente quería contar.

Resulta que a los pocos años de abrir este boliche Milonguero, tanto era el éxito que el trabajo lo superó.

Le iba muy bien a Rodríguez. Entonces hizo venir de España a una sobrina, hija de su hermana viuda, para que lo ayudara, porque –desconfiado el gallego- no quería lolas con extraños.

Y la piba vino. Jovencita era, y muy agraciada. ¡¡Qué papusa, hermano!! Eso dijeron unos cuantos cuando la vieron. Se llamaba Rosario, pero con el tiempo casi todos la llamaban la Galleguita.

Era una luz atendiendo las mesas y para todos tenía una sonrisa y algún dicho saleroso que la hacía más simpática aún.

Como era de suponer, un día apareció el gavilán que echaría sus garras sobre la palomita.

Tipo pintón, buena labia, la engatusó de tal manera que la piba se enamoró perdidamente y el gavión hizo con ella, lo que quiso. Entre otras cosas, le hizo conocer otra vida muy distinta entre las luces de la ciudad y ella se encandiló. Finalmente se la llevó y como ya era mayor, su tío no pudo retenerla. En este momento se me ocurre que le cae como anillo al dedo, ese tango “Galleguita”, que es una historia parecida:

“Ya no sos la galleguita

que llegó un día de abril,

sin más prendas ni tesoros

que tus negros ojos moros

y tu cuerpito gentil.”

Rodríguez se puso muy mal a partir de esto. Tal vez le remordiera la conciencia el haberla hecho venir…

¡Vaya uno a saber…! Lo cierto es que ya nada fue como era. Estaba siempre triste y hasta perdió las ganas de hablar y trabajar como antes –cosa rara en él- lo que significaba que estaba mal, muy mal. Y un día cualquiera, no sé si su bobo dijo ¡basta! O la vida le dijo “hasta aquí llegamos”, lo cierto es que de golpe, me abandonó.

Y aquí estoy, ya hace mucho tiempo, con la única compañía de las arañas que me van tapando con su tela por todos los rincones y los ratones que se vinieron a comer el último pedazo de queso rancio que ha quedado por ahí.

Me ha hecho bien recordar. He oído decir que todo el tiempo pasado fue mejor y así lo creo, porque yo viví una época muy feliz y ahora, mi futuro, se perfila debajo de una topadora.

 

Nanny Davies-

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