Aquí estoy, Padre de todos,
en esta vida a la que he llegado por ti,
y en la que por ti vivo cada día.
Te siento en el silencio de mis horas,
en las soledades de mis noches,
en el aire que respiro al caminar
y en la mirada de un nuevo amanecer.
Padre de todos, aquí estoy
con las manos vacías esperándote,
te busco en cada esquina
y en cada ser humano,
necesito estar contigo
para embellecerme de tu Amor.
Danos la fuerza necesaria para amar.
Danos la fuerza precisa para ser.
Quien sabe amar, sabe ser humano.
Padre de todos, no nos abandones,
llévanos a tu gloria donde sea,
y devuélvenos a esa ansiada paz,
en la que creo y me recreo como un niño.
Tú que quitas los dolores de este infierno,
que estás entre nosotros, con nosotros,
sabes que somos lo que somos,
inhumanos en ocasiones,
humanos otras,
y siempre mortales con hambre de luz.
Ábrenos las ventanas del cielo
para que podamos meditar y ascender.
Te lo pedimos Padre,
ante las innumerables adversidades
y diversidades, ante las desigualdades
y el uso desordenado de las cosas.
Libéranos de los desconsuelos,
e inspíranos el respeto por lo creado,
para recrearnos en la solidaridad,
pues todos somos hijos
de un mismo Padre, ¡Padre de todos!
Dejémosle que hable en nosotros
para no caer en la desesperanza.
Quien con él camina, Dios le levanta.
Víctor Corcoba Herrero- corcoba@telefonica.net