Allí está… Pero no está.
En el pequeño recinto
se encuentra expuesta una ausencia
y la gente viene y va,
atribulado su instinto,
expresando condolencias.
De roble y bronce el cajón
para sostener la muerte.
En medio de las puntillas
asoma ese rostro inerte…
Dejan caricias de amor
en sus pálidas mejillas.
Los pimpollos delicados
de flores de primavera
adornan el escenario
de la obra que estoy viendo.
Mientras mi mente asevera:
“No la entiendo… no la entiendo”…!
Silvia L. de la Cal-