El mendigo
-“Una monedita… Dios lo va a ayudar” Sentado en el suelo, los ojos al cielo, con la piel marchita por heladas horas, pensaba el mendigo que yo, esa señora de paso altanero y atuendo elegante, llevaba dinero contante y sonante para mitigar su hambre y su duelo. Saqué el monedero en un gesto noble, resaltó…