Resultó azul,
sí, sumamente azul
el río que trazó tu mirada
allí, al cruzar por mi alma.
Y tu voz,
me recorrió toda, como un viento
refrescando esperanzas;
dispersando mis semillas ilusorias,
ésas que sembraré, por entonces
en los surcos contenidos de ansias,
que tus manos tenues, alguna vez
con anuencia demarcarán…
es azul,
esa intención que aprendí a leer de tus ojos,
sí, tan azul
como mis consagrados sueños.
Por eso,
les hice un cerco de azúcar
y, vienen siendo tan dulces mis noches;
acunando las plegarias de espera…
aunque tal vez,
pueda quedarme dormida;
sobre el letargo de una presurosa muerte,
sigo confiado, que
será azul, también
nuestro póstumo encuentro, allá
en la eternidad,
donde nos consagraremos al gozo
de esa vida que, todavía
no debemos juntos, vivir…
Adela Margarita Salas-