“Definitivamente era ella, velando su rostro tras la puerta entre abierta.
Una vez me había hablado de un océano de dolor precedido de una constelación de risas, qué antítesis!
En ocasiones me perdía en el horizonte intentando desmadejarla, pero el sol me dejaba a oscuras sin poder resolverla. Así los días que sucedieron a su aparición, inquietante, enigmática.
Su mirada tan misteriosa como etérea…
Su semblante desmesuradamente calmo…
Un esbozo de sonrisa apenas incipiente, que llamaba irremediablemente al amor…
Sin duda, buscaba vulnerar mi alma, mi entendimiento, mi corazón.
Pensar, que creí haberle olvidado”.
Bárbara Himmel-