Apenas podía escapar
del violento tumulto.
Pesaban mucho mis plumas
en aquellos días de niebla.
Pude volar, sabiendo que el riesgo
era superior a mi peso.
Techos, arboledas y la tierra.
Nubes, soles, vientos.
Retomé mis pasos cortos, seguros.
Un golpe. Pesado, seco.
Pegadas mis plumas
con mi propia sangre seca
me arrastré
sobre la punta de mis alas
hasta la orilla.
De a poco dejé de ver,
mientras sentía la Vida
manar por mi boca,
hasta que el pasto se tiñó de negro.
Y me llevó
el agua de la acequia.
Cecilia Bigetti-
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